La Bahía Culebra y el Sitio Vistas del Coco

La Bahía Culebra en el noroeste de Costa Rica, es una de las zonas arqueológicas más estudiadas de todo el país. Durante más de 2000 años poblaciones humanas prehispánicas se asentaron en las inmediaciones de la bahía, aprovechando diferentes espacios y nichos ecológicos para desarrollar sus actividades.

En Playas del Coco, cantón de Carillo, el registro de sitios arqueológicos es escaso, únicamente 5 lugares se han detectado con evidencia de ocupación prehispánica; uno de ellos es el sitio Vistas del Coco (G-126VC), el cual se encontraba en una pequeña loma con vista prominente al mar a unos 500 m de la línea de costa.

Labores de campo preliminares en este sitio, durante 1997, permitieron precisar un total de 3 áreas funerarias. Los trabajos realizados en el cementerio 1 lograron definir cuatro enterramientos, en los cuales se encontró tanto vasijas cerámicas como objetos de piedra, aunque la conservación de los restos óseos humanos fue bastante deficiente.

Muchos de los contextos arqueológicos en este cementerio habían sido previamente alterados por labores ilegales de huaquerismo. Mientras, los cementerios 2 y 3 no se trabajaron en esa oportunidad y se mantuvieron en zonas verdes de la propiedad.

Diecisiete años después, a mediados del año 2014, se volvió al sitio arqueológico con el fin de realizar trabajos de rescate arqueológico en el cementerio 1, ante el inminente desarrollo de un proyecto inmobiliario. Una evaluación previa del terreno de más de 2 Ha indicó que había aproximadamente un área de 600 m² que contenía significancia a nivel arqueológico.

Vistas panorámicas del proceso de excavación y algunos de los conjuntos ofrendarios que acompañaban a los muertos en el cementerio de Vistas del Coco.

El tiempo en que se empleó el cementerio

Desde el año 425 hasta el 900 d.C. aproximadamente, el cementerio pudo haber estado en uso.

Durante los trabajos del año 1997, la evidencia prehispánica en el sitio se había estimado de manera relativa, por medio de la revisión de la muestra artefactual cerámica y de los restos cerámicos fragmentados; en fechas que podían rondar entre los 400-800 d.C. dentro del denominado Período Bagaces (300-800 d.C.) entre las fases Mata de Uva, Culebra y parte de la fase Panamá establecidas para la Bahía Culebra. Eso sí, en ese momento se determinó que había presencia en muy bajas cantidades de cerámicas que podrían ser un poco más tempranas y/o más tardías.

Muestras obtenidas en las excavaciones del año 2014, permitieron realizar dos fechamientos absolutos de Carbono 14 (14C) que indican que el cementerio pudo haber estado en uso aproximadamente desde el año 425 hasta el 900 d.C. concordando bastante bien con las primeras apreciaciones de los años 90 basados en las características de las cerámicas presentes.

Los enterramientos en el cementerio

En los 111 enterramientos definidos se determinó la presencia de 132 personas, ya que en algunas sepulturas se encontró a más de un individuo. 39 eran menores a los 15 años al momento de su muerte y 93 mayores de esa edad, pero solo cuatro individuos superaron los 40 años al morir.

Las labores realizadas indican que el área trabajada se empleó en tiempos prehispánicos como un cementerio. Un total de 111 enterramientos fueron definidos en el área bajo estudio, no se encontró en el espacio trabajado ninguna otra actividad que no estuviera ligada con asuntos afines con la muerte y los rituales relacionados. Aunque la conservación de los restos óseos no fue la ideal, la mayor parte de los enterramientos excavados contuvieron restos óseos humanos.

Las fosas funerarias parecen haber sido simples fosas cóncavas de perfil ovalado y en algunas ocasiones un tanto redondeadas que se excavaron directamente en el subsuelo. En muchas ocasiones fue posible distinguir su forma por un cambio en la coloración de la tierra con respecto al suelo que la rodeaba.

Las fosas estaban adaptadas al tamaño de los cuerpos colocados en ellas, de forma que las fosas de los adultos eran más grandes que aquellas en las que se enterraron infantes.

En algunas ocasiones, las fosas estaban “demarcadas” por la presencia de una vasija, es decir, la fosa se excavaba, se colocaba el individuo con la ofrendaria, se comenzaba a tapar el agujero y antes de concluir, se colocaba una vasija completa antes de terminar el relleno. En muchos otros casos fue claro que, como parte del ritual, se fragmentaron múltiples objetos cerámicos durante el relleno de la fosa y sobre esta y los alrededores. Algunos de estos objetos se mataron ritualmente haciéndoles un agujero en el fondo y luego se arrojaron, terminando de quebrarlos y esparciendo los fragmentos en un área de considerable dimensión.

Enterramiento vistas del Coco

Delimitación de la fosa del enterramiento 99 (mancha más oscura) sobre el estrato de cascajo. Foto MNCR F. Solís.

De acuerdo a la evidencia observada en campo, los enterramientos en Vistas del Coco son primarios, los individuos se colocaron íntegros en las fosas poco tiempo después de que murieron junto con el artefactual ofrendario que los dolientes destinaron para tal fin.

La disposición de los individuos en las fosas fue mayoritariamente flexionada, con las piernas hacía el torso (posición fetal) y colocados de espalda (decúbito dorsal). No fue posible obtener evidencia de ataduras o mortajas que hayan servido para mantener los cuerpos en la posición flexionada, sin embargo, no se puede descartar el empleo de esos elementos.

De los 111 enterramientos definidos, el análisis osteológico determinó la presencia de 132 individuos mínimos, esto se debe a que en algunas sepulturas se encontró a más de una persona. Del total de personas encontradas en el área excavada, 39 correspondieron con subadultos menores a los 15 años al momento de su muerte y 93 individuos mayores de esa edad. Según el análisis practicado solo cuatro individuos en la muestra superaron los 40 años al morir. El estudio practicado indica que no se observaron fracturas ni infecciones óseas. Aunque hay una baja incidencia de caries dental y perdidas pre mortem en todos los grupos de edad identificados se detectó un marcado desgaste dental en la mayoría de los individuos a partir de los 16 años.

Entierro individuo vistas del Coco

Entierro 71 con individuo claramente flexionado sobre el estrato de cascajo. Foto MNCR F. Solís.

Las ofrendas que colocaron los parientes

Durante la excavación de contextos arqueológicos prehispánicos, en las sepulturas es posible encontrar objetos que fueron colocados como ofrendas por los parientes de los muertos. Muchos objetos colocados en las sepulturas como tejidos, maderas, plumas y otros objetos orgánicos no se preservan hasta nuestros días.

En Vistas del Coco los objetos más recurrentes dentro de los enterramientos fueron las cerámicas elaboradas a partir de arcillas con variadas formas de vasijas, además de figurillas antropomorfas y zoomorfas, orejeras, ocarinas, cucharas, un pistilo o machacador, un hacha o “tumi” y un recipiente tubular con forma de falo entre otros. Varias de las figuritas antropomorfas tienen una joroba en su espalda; esta característica ha sido ligada a la acondroplasia (enanismo).

Los objetos elaborados de piedras también fueron comunes, se encontraron hachas, azuelas o cuñas para trabajar la madera, metates y manos de moler, adornos corporales como colgantes, cuentas de collar y orejeras, además de piedras molejón para afilar, martillos y pulidores de cerámica. En algunas sepulturas se hallaron algunos objetos elaborados de concha marina y huesos de animales.

Dientes del pez erizo (Diodontidae) se emplearon para confeccionar pequeños adornos que los muertos llevaban colgando de su cuello cuando fueron enterrados, es probable que los collares estuvieran complementados con cuentas de otros materiales perecederos como semillas y otros huesos que no se conservaron. Otro adorno corporal fue elaborado empleando dientes y vertebras de tiburón; uno de los dientes y todas las vértebras de tiburón tenían orificios circulares en el centro, los cuales se confeccionaron para pasarles un cordel de algodón o cuero y así poder colgarlos como cuentas de un collar.

También se encontraron restos de animales formando parte de ofrendas dentro de enterramientos, entre ellos destacan restos de molares de venado cola blanca (Cervidae)  y los restos de un esqueleto muy completo de coyote (Canis latrans).Este hallazgo es muy importante, pues el registro de canidos en contextos arqueológicos del noroeste  y del país en general es escaso, además, su hallazgo abre posibilidades interesantes de interpretación, por ejemplo, que el coyote sea una ofrenda dentro del área funeraria, o que el animal haya sido una “mascota” que se enterró dentro del área funeraria por cercanía con su propietario (Fig.5).

Muestras de semillas carbonizadas se encontraron en el fondo de dos objetos de cerámica; algunas de ellas, han sido identificadas claramente como granos de maíz y representan ofrendas de comida que fueron ritualizadas hasta llegar a la carbonización de los granos. Estas ofrendas de comida, tanto de productos agrícolas como de animales, son frecuentes durante el Período Bagaces y tienen un mayor registro en períodos posteriores en toda la bahía, con probabilidad debido a una cuestión relacionada con la preservación de los residuos.

Análisis especializados continúan sobre algunos de los restos que se excavaron en este cementerio y se espera a corto plazo contar con una o más publicaciones científicas que saquen a la luz parte de los datos novedosos que este trabajo aportó a la arqueología del noroeste del país.

Adornos para las orejas (orejeras) y metates de piedra, vasijas y figuritas de cerámica y hasta el cuerpo de un coyote se dispusieron como ofrendas dentro de los enterramientos del sitio.

Felipe Solís del Vecchio, Arqueólogo

Departamento de Antropología e Historia
Museo Nacional de Costa Rica
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