A nivel mundial, desde la mitad del siglo XIX hasta avanzado el siglo XX, la contaminación por agroquímicos llamados organoclorados afectó la biología reproductiva de las garzas, al producir un debilitamiento de la cáscara de los huevos, diezmando así las poblaciones de estas aves.
A principios del siglo XX las garzas se vieron también amenazadas debido a la costumbre de usar plumas en prendas como sombreros, almohadas y otros productos de uso cotidiano.
Este grupo de aves acuáticas ha sido objeto de conservación a nivel mundial desde tiempos antiguos, por ser indicadoras del ambiente: por ser grandes, muy visibles y fáciles de encontrar y contar. Observando la presencia de estas y la cantidad, se puede determinar el estado de salud de un humedal.
En Costa Rica en los últimos años, los factores que han afectado la conservación de las garzas son diversos y entre ellos puede mencionarse la destrucción del hábitat, como la transformación de humedales en complejos hoteleros, la sobrepesca y la contaminación por desechos sólidos.
En el país, se catalogan como especies amenazadas de extinción: la garza pechicastaña (Agamia agami), quien también tiene un riesgo similar a nivel mundial y dos especies de avetoro (Botaurus pinnatus e Ixobrychus exilis), que poseen poblaciones amenazadas; a éstas se suma la Garceta rojiza (Egretta rufescens), que según UICN se encuentra muy cerca de tener la categoría de amenazada. Dadas estas condiciones, es necesario establecer mecanismos de manejo individual para estas especies para así lograr su conservación.