El extraño mapache de las nieblas, el cacomiztle u Ostoche

El Museo Nacional de Costa Rica por medio del departamento de Historia Natural, ha llevado a cabo muestreos de flora, mariposas, aves y mamíferos en algunas zonas pertenecientes a los cerros de Escazú. Durante una de estas giras en la zona de Cedral, una noche de julio del 2004, mientras muestreábamos murciélagos en un camino rodeado de vegetación en crecimiento secundario, bosque secundario y árboles a la orilla del sendero, una curiosa vocalización se escuchó en los árboles cercanos sobre el camino, era un sonido extraño que hacía pensar en viejas leyendas del pueblo costarricense.

Iluminando la zona salieron primero los ojos chispeantes de un animal, al principio se pensó en una martilla, que también habita estas zonas. Sin embargo, esa vocalización era diferente y una mejor observación del animal dejó ver un elusivo e interesante mamífero de los bosques costarricenses, el cacomiztle u Ostoche Bassariscus sumichrasti, un ágil “mapache” de las nieblas.

Ostoche (Bassariscus sumichrasti)

Ostoche (Bassariscus sumichrasti). Ilustración Lisa Sánchez Aguilar.

Historia natural del cacomiztle

Aunque en la literatura se habla de su presencia desde tierras bajas hasta unos 2,700 m, en Costa Rica parece ser más frecuente en tierras medias y altas. Vale la pena conocer un poco más este acróbata del bosque. Es un interesante animal con el hocico alargado como de zorro, ojos grandes (que al ser iluminados brillan de color rojo-naranja), orejas puntiagudas y una notable cola larga, peluda y anillada. Es uno de los 5 representantes del grupo de los prociónidos en Costa Rica. Los otros son el pizote (Nasua narica), la martilla (Potos flavus), el olingo (Bassaricyon gabbi) y el mapache (Procyon lotor). Eso dejando por fuera la posible presencia del mapache cangrejero (Procyon cancrivorus) en el sur del país.

En el país principalmente se localiza en sitios como los mencionados Cerros de Escazú, el volcán Barva, volcán Turrialba, Prusia, en las faldas del volcán Irazú, Cerros de La Carpintera, entre otros sitios de altura y fríos.

Dicha especie es principalmente de costumbres nocturnas y arborícolas. Se alimenta de insectos, frutos y pequeños vertebrados. Sin embargo, durante esa noche en Cedral, lo observamos lamer la secreción que salía de una herida de un árbol Lippia myriocephala. Duermen en huecos en árboles. Para Costa Rica esta especie se considera como amenazada de extinción, debido a la pérdida de su hábitat por la deforestación y está protegida por la Ley de Conservación de Vida Silvestre.

El cacomiztle que se confundió con el Cadejos

No es extraño que la curiosa vocalización del cacomiztle haya asustado alguna vez a las gentes de antes, donde tantos ruidos extraños se relacionaran con espantos. Un texto al parecer de José Fidel Tristán, gran naturalista costarricense que nació en el siglo XIX, nos ha legado un ejemplo de este tipo.

No es extraño que la curiosa vocalización del cacomiztle haya asustado alguna vez a las gentes de antes, donde tantos ruidos extraños se relacionaran con espantos. Un texto al parecer de José Fidel Tristán, gran naturalista costarricense que nació en el siglo XIX, nos ha legado un ejemplo de este tipo.

El cadejos dentro del imaginario de América Central es un espanto similar a un perro, de color negro (algunas versiones anotan una contraparte blanco que defiende a los humanos), y con grandes cadenas que le cuelgan. Su misión es seguir y cuidar a los bebedores empedernidos por los caminos solitarios.

La narración duerme en unas viejas páginas de una edición de 1904 de Páginas Ilustradas. Iban dos hombres por un camino ya casi de noche, el lugar: el Bajo de los Piuses, posiblemente el de Tibás. El campesino le comenta la necesidad de atravesar el sitio antes del anochecer para evitar encontrarse con el espanto, el cadejo. Describe su visión como…”como un perro con la cola lanuda, y le sonaban los cascos como cuando tocan la puerta”. También describe como amuleto el rabo de mico que vende una señora en Escazú.

Llegan a la casa, como describe el cronista: “Una casa con techo de teja de barro ennegrecida por el tiempo, una sala dormitorio, dos camas ordinarias de madera, en la pared dos santos con marcos de plata, el fogón con los tinamastes y un horno.”  El saludo de llegada con el“Alabado sea Dios” de rigor y el envío de la hija Miquela a traer leña afuera.

La conversación sobre la siembra de frijoles y la vaca. De pronto la muchacha entra dando gritos y subiéndose a la cama. “Tata! Tata! El cadejos!!…el cadejos me salió…junto al canasto de maíz.” Cuando el naturalista al parecer hace ademán de salir, es retenido con la advertencia de que al cadejo “no le entra la bala”, aunque en vano. Salió de la casa, cerca del río observó al espectro y a pesar de la advertencia hizo fuego contra él. En esos años era común para los naturalistas hacer uso de la escopeta para la recolecta de especímenes mayores, aún estaban muy lejos algunas técnicas no invasivas como las cámaras trampa.

Tata! Tata! El cadejos!!…el cadejos me salió…

Tata! Tata! El cadejos!!…el cadejos me salió…

Ilustración Estudio de Ilustración y Diseño Tierra de Luciérnagas.

Bien, por supuesto que enseñar el animal causó revuelo en la humilde vivienda. Los presentes se santiguan y no se acercaban al siniestro espécimen. Luego los detalles de la muchacha hablan de un ruido entre las ramas y el vuelo de una lechuza. Todo el ambiente se unió para hacer más siniestra la aparición de aquel ser. Tiempo después precisamente en el Museo Nacional, nuestro naturalista averiguó los detalles del presunto cadejos.

Bien, por supuesto que enseñar el animal causó revuelo en la humilde vivienda. Los presentes se santiguan y no se acercaban al siniestro espécimen. Luego los detalles de la muchacha hablan de un ruido entre las ramas y el vuelo de una lechuza. Todo el ambiente se unió para hacer más siniestra la aparición de aquel ser. Tiempo después precisamente en el Museo Nacional, nuestro naturalista averiguó los detalles del presunto cadejos.

Se trataba de un ejemplar del ostoche o cacomiztle, muy poco conocido en esa época y aún hoy día son pocos los estudios de este interesante mamífero en nuestro país. Finalmente, el naturalista nos cuenta: “El miedo que nuestros campesinos tienen al cadejos exalta su imaginación y lo ven muy distinto de lo que es. 

Cuentan de ese animal multitud de encuentros y aventuras, y la descripción que de él hacen, concuerda mucho en los diferentes pueblos, pero es creencia que no es tan dañino como la cegua y que solo persigue a las personas para asustarlas. En todo caso el cadejos es una de las leyendas populares que bien vale la pena recordar”. Y concluye “Cualquier otro mamífero de costumbres nocturnas puede representar a los tímidos, un cadejos”.

AUTOR: Francisco J. Durán, Mastozoólogo

Departamento de Historia Natural
Museo Nacional de Costa Rica
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